Semen: lo que nunca te contaron (y deberías saber)
El semen ha sido protagonista —y a veces prisionero— de muchos mitos. Durante siglos se le ha dado un poder casi sagrado, como símbolo de masculinidad, fertilidad o virilidad. Pero detrás de esa visión cultural, hay mucha desinformación y tabú.
En Los Placeres de Lola creemos que hablar del semen desde una mirada educativa y sin juicios es una forma de liberar la sexualidad de falsas creencias y reconectar con el cuerpo desde la curiosidad, el respeto y el placer compartido.
¿Qué es realmente el semen?
El semen es un fluido biológico que contiene espermatozoides y una mezcla de sustancias producidas por las glándulas seminales, la próstata y las vesículas seminales.
Contrario a lo que muchas personas creen, solo un pequeño porcentaje (alrededor del 5%) son espermatozoides. El resto es una mezcla de agua, proteínas, enzimas, vitaminas, minerales y azúcares naturales que ayudan a nutrir y proteger los espermatozoides.
El cuerpo humano produce semen constantemente, aunque su calidad y cantidad pueden variar según la edad, la alimentación, el descanso o incluso el nivel de estrés.
Más allá de la reproducción: el semen y el placer
El semen ha estado siempre asociado a la función reproductiva, pero muy poco se habla de su papel en la experiencia sexual.
La eyaculación puede ser un punto de placer intenso, pero no es el único ni el obligatorio en la sexualidad masculina. De hecho, aprender a separar placer y eyaculación es una práctica habitual en el tantra o el sexo consciente, donde se explora la energía sexual sin necesidad de liberarla cada vez.
Por otro lado, en las relaciones con personas con pene, el semen forma parte de la intimidad compartida, y cómo se percibe depende mucho de la educación sexual recibida. Algunas personas sienten rechazo o incomodidad, otras curiosidad o deseo. No hay una respuesta “correcta”: lo importante es explorar sin tabúes, desde el consentimiento y la comunicación.
Mitos frecuentes sobre el semen (y su realidad)
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“Tragar semen es bueno para la piel o tiene proteínas”
❌ Aunque contiene proteínas y algunas vitaminas, su cantidad es mínima. No tiene efectos reales sobre la piel ni beneficios nutricionales relevantes. -
“El semen siempre es blanco y espeso”
❌ Su color y textura varían según la hidratación, la alimentación o el tiempo desde la última eyaculación. Puede ser más claro o más denso, y eso no indica ningún problema. -
“Si un hombre no eyacula durante mucho tiempo, puede enfermar”
❌ No hay evidencia médica que lo confirme. La eyaculación frecuente puede aliviar la tensión o mejorar el estado de ánimo, pero no es una necesidad fisiológica urgente. -
“El semen puede transmitir placer por contacto”
✅ No por sí mismo, pero su intercambio puede ser una experiencia sensual si hay comunicación, confianza y deseo. Aun así, recuerda que puede transmitir infecciones de transmisión sexual (ITS), por lo que el sexo oral sin protección o el contacto con mucosas requiere precaución.
Semen, salud y autocuidado
Observar cambios en el semen (color, olor, textura o volumen) puede ser una forma de detectar desequilibrios en la salud. Si notas alteraciones persistentes, es recomendable acudir a un profesional.
Una alimentación equilibrada, hidratación, descanso y ejercicio regular pueden mejorar tanto la calidad del semen como la energía sexual.
También conviene hablar del cuidado emocional vinculado a la eyaculación. En muchos hombres, la idea de “rendimiento” o “cantidad” se asocia al valor personal o al éxito sexual. Desvincular ese mito y vivir el semen sin presión es parte del camino hacia una sexualidad más libre y plena.
Reivindicar una mirada consciente
Hablar del semen es también hablar del cuerpo masculino desde una nueva mirada: no centrada en el poder, sino en la sensibilidad.
El semen no es algo “sucio” ni “sagrado”: es un fluido natural que puede formar parte del juego, del erotismo, del placer compartido o simplemente del conocimiento del propio cuerpo.
En Los Placeres de Lola queremos que el sexo se viva desde la educación, la libertad y el respeto.
Porque conocer el cuerpo -propio o ajeno- es el primer paso para disfrutarlo de verdad.